11 Mar La diferencia entre el campeón y el contendiente
Publicado a las 18:33h
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por Marcelo Schejtman
Estoy llegando de Las Vegas de una experiencia más de esas que me vienen sucediendo en el último tiempo. Es decir, de algo completamente nuevo para mí.
Por primera vez viví todo el proceso de aproximadamente tres meses de un boxeador preparándose para su siguiente pelea, desde el principio y hasta el final, estuve incluso en su vestidor hasta minutos antes del combate mientras él se concentraba, se preparaba, se activaba y se ponía en su mejor estado para salir al ring. Y si a eso le sumamos que el boxeador con quien colaboro es un triple campeón mundial, bueno pues, digamos que no me alcanzan los dedos de las manos para contar tantos aprendizajes de madrazo.
Por eso mismo quiero hacer énfasis específicamente en uno. Algo que será un reto para mí de explicar ya que apunta a esa cualidad que tienen los campeones, los mejores del mundo, esos atletas que son diferentes de los demás. Tres peleas fueron las principales este sábado en el MGM de Las Vegas. Cada una de las tres tenía un claro favorito, ya que en cada una de las tres había un campeón mundial enfrentando a uno que no lo ha sido. La que a mí más me interesaba evidentemente era la de Abner Mares, con quien he trabajado ya por muchos meses y con quien he construido una relación profunda, pero también me llamaron la atención las otras dos (Thurman contra Guerrero y Broner contra Molina). Los tres retadores hicieron buenas peleas, se esforzaron mucho y por momentos pusieron en aprietos a los campeones. Pero en ningún momento, ninguno de los tres favoritos estuvo realmente en peligro de perder el combate. Y mi opinión es que esto va más allá de la diferencia técnica que por supuesto existe entre los contendientes. Para mí esto sucede por algo que caracteriza en este caso a quienes ganaron los combates el sábado, así como a los que llegan a ser los mejores en su especialidad. Yo creo que esto tiene que ver con la ubicación del foco de unos y de otros. Unos lo ponen en el reto de superar la capacidad de uno mismo, los otros lo ponen en superar la capacidad del rival.
Voy a tratar de explicarme un poco mejor. Muchos cometen el error de mirarse en el espejo de los oponentes, por lo que su techo claramente se ve determinado por la capacidad del otro. De esta manera desperdician una cantidad incalculable de recursos internos que los caracterizan a ellos y que los hacen únicos (por ejemplo, su determinación, su creatividad, su resiliencia, su comunicación eficiente con el equipo, etc.) y se enfocan en superar el nivel del rival, limitándose a, por ejemplo, simplemente boxear mejor. Y para terminar con esta fórmula defectuosa, el rival a vencer normalmente es muy bueno boxeando.En cambio, los que terminan siendo los mejores son los que se enfrentan a su propio espejo, adentro del ring y afuera del ring. Los que al terminar un entrenamiento creen que todavía lo pueden hacer mejor, que hay un golpe que todavía puede ser más rápido, un movimiento de piernas más ágil, un ejercicio que como equipo aún le falta sincronía. No sé, a mí me parecía que en los últimos segundos antes de empezar cada pelea, cuando todavía hay en el ring mucha gente, pero que la mirada de ambos contendientes ya guarda toda la energía contenida que explotará momentos después, los rivales de turno querían ganarle al campeón que tenían enfrente y lo que quería el campeón era hacerlo mejor que en su última pelea, superarse, evolucionar. Y eso le quita todo límite. Tanto que hasta sin ser su mejor demostración, les alcanzó a los tres para ganarle cada uno a su rival del sábado pasado y todavía les daba para más.
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