Para ti, que quieres ser neutral - Marcelo Schejtman
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Para ti, que quieres ser neutral

Para ti, que quieres ser neutral

Los últimos días he tenido algunos intercambios de ideas con conocidos no judíos, pero que tampoco son musulmanes, ni palestinos. A ellos les tocó escuchar mi desconcierto acerca del silencio de la gran mayoría del mundo, incluyendo el de ellos, que vino después de la masacre que hizo el Hamas del 7 de octubre. Silencio que, tras el ataque israelí a Gaza, se transformó en crítica que pretendió, de acuerdo a lo que ellos me dijeron, ser una expresión neutral.

Con quienes he hablado me comparten su desorientación acerca de cómo responder ante una crisis como esta. No puedo hablar mas que en nombre mío, y desde mi lugar quisiera intentar des-desorientarlos. Si eres judío o no judío, y quieres, como yo, compartir con tus conocidos, maneras que podrían servir de guía, ojalá te sirva este intento.

Mi impresión es que muchos confunden las cosas que son complejas con las que no lo son. La más compleja de todas es este conflicto en sí mismo. Tiene más de cien años de historia, se compone de múltiples factores, cada uno sub-dividido en otros, cada época, cada evento, cada líder en el tiempo, cada aliado, cada enemigo, y cada interlocutor suma una dimensión adicional a su complejidad. Es religioso, por supuesto, pero también nacional. Comprehende al pasado, en el que hay al menos dos narrativas muy distintas, al presente y a múltiples futuros posibles. Involucra intereses internacionales y también la supervivencia de los dos pueblos que lo protagonizan. Quien pretenda simplificar esto en buenos y malos, como personajes de telenovela, se va a equivocar y, en lugar de luz, se sumará a toda la oscuridad que, desde la ignorancia, muchos agregan.

Y están las cosas sencillas, que son al mismo tiempo las más dolorosas. Lo que haga cualquiera de las dos partes, tanto la palestina como la israelí, y que tiene como resultado el sufrimiento de la población civil del otro pueblo, es condenable. Punto. No hay peros, no hay justificación lo suficientemente eficiente que le sirva a los padres de un niño que fue muerto por la violencia del otro. Quien no se indigne cuando pasa esto y, en lugar de señalar las muertes inocentes como algo inaceptable, las justifique argumentando la conducta violenta del otro, pierde una oportunidad de estar del lado correcto de la decencia, del sentido común y de la historia.

Ahora bien, es importante no mezclar cosas que en sí mismas son absolutas, pero que no son comparables entre si. Así como merecen castigos legales diferentes tirar un chicle en la calle, que estacionar en doble fila, que el robo del estéreo de un coche vacío, que un asalto con violencia, que un secuestro, que un asesinato, que una violación, que un feminicidio; cada uno con sus agravantes y sus atenuantes, y todos son condenables en si mismos, también en el conflicto cada evento violento merece tratos diferentes, legales y morales.

Por ejemplo, la colonización de territorios palestinos con el apoyo del ejército israelí, genera una dinámica injusta para los ciudadanos de Cisjordania que quieren vivir en paz en su tierra. Eso merece ser denunciado y condenado en su justa medida.

Cualquier israelí, cualquier judío o no judío, que pretenda justificar eso argumentando que es la tierra histórica del pueblo judío, que los palestinos decidieron rechazar la propuesta de la ONU de dos países para dos pueblos de 1947 y, en lugar de eso, atacaron a Israel el día de la declaración de su independencia en 1948, o cualquier otra cosa, por más que en sí misma sea cierta, estaría cayendo en la dinámica infantil de que el otro es el único culpable porque él empezó. Obviando siempre el capítulo anterior de la historia, independientemente de cuándo se decida comenzar a contar. Cada actor del conflicto aporta su parte para que esto haya llegado a este capítulo distópico en el que estamos, Israel ha aportado y aporta mucho. Todos somos víctimas y todos victimarios, y mientras que cada uno se niegue a hacerse cargo de lo que le toca, esto no va a cambiar.

La discriminación estructural que viene desde que nació el Estado de Israel, hacia las poblaciones árabes, es real. El que todos los árabes israelíes tengan derecho a votar, a ser votados, a dedicarse a lo que quieran o puedan y a participar en lo que decidan, no contradice el hecho de que hayan injusticias sociales sistémicas entre ambos pueblos. Eso merece ser denunciado y condenado en su justa medida.

También hay ataques de colonos judíos a poblaciones civiles árabes, más aún después del 7 de octubre. Esto no sucede de manera cotidiana, pero quienes lo hacen no siempre son castigados por la ley. Los controles militares a las poblaciones palestinas son en muchos casos denigrantes para los adultos, que lo único que quieren es ir a trabajar y los niños ir a la escuela, y son tratados de manera irrespetuosa y en muchos casos violenta. Eso merece ser denunciado y condenado en su justa medida.

El ejército de Israel genera muertes civiles palestinas. Aunque avise que salgan de los lugares donde van a bombardear, aunque los terroristas de Hamas sean los que se esconden entre su propia gente. Si uno tira una bomba que genera muertes de civiles, él es el responsable de esa bomba y de sus consecuencias. Eso por supuesto merece ser denunciado, investigado y condenado en su justa medida.

Esta última ilegalidad es diferente a la del párrafo anterior, y a la del anterior. Cada caso, como muchos otros, es condenable y merece el repudio de judíos y no judíos por igual. Y es importante, para transformar las dinámicas injustas y violentas, que cada uno sea tratado y condenado por su específico nivel de ilegalidad y gravedad.

También del otro lado del conflicto. El pueblo palestino eligió de forma democrática a Hamas. Una organización que no busca la convivencia, sino todo lo contrario. Hamas de manera explícita llama a la destrucción de Israel, al asesinato de judíos (no como un medio para redimir su tierra, o su pueblo, sino como un fin en si mismo) y a la creación de un estado islámico con las múltiples privaciones de derechos de las mujeres, con la condena a la libertad de culto, de expresión, de orientación sexual y de muchas más. Eso lo decidió el pueblo palestino y, si bien después Hamas, fue quien prohibió otra posible elección popular, es el pueblo palestino el responsable de su decisión.

El Gobierno del pueblo palestino en Gaza (no es una organización subversiva ni fuera de control, sino el Gobierno), por décadas ha bombardeado poblados y ciudades israelíes. El blanco en su mira es la población civil, y ningún tipo de bloqueo israelí, militar, económico o de cualquier tipo es justificación suficiente para ello. Bombardear de manera sistemática las casas de la gente, festejando públicamente cada vez que el ataque es exitoso y genera muertes de civiles, merece ser denunciado, y condenado en su justa medida.

Esconder misiles, bombas y armamento pesado, en hospitales, en escuelas, en casas particulares. Transportar terroristas y armas en ambulancias. Prohibirle a su propia población civil rehusarse a colaborar en esta práctica, enseñar en las escuelas primarias, dentro del programa oficial, que los judíos son peores que los perros y que los cerdos, que es un mandamiento de su Dios buscarlos y asesinarlos donde quiera que se encuentren, que no hacerlo es desobedecer a Dios. Adoctrinar a los niños para que estén dispuestos a inmolarse en atentados suicidas, en autobuses de civiles, en jardines de infantes, en centros comerciales, siendo muchos de ellos menores de edad cuando lo hacen, merece ser denunciado y condenado en su justa medida.

Lo que Hamas hizo el 7 de octubre fue lo siguiente, entraron a poblados civiles, y cumplieron todo lo que le han jurado al mundo que iban a hacer apenas pudieran. Entre otras cosas, mataron a cientos de civiles, pero no solo los mataron con bombazos, sino que cada caso fue distinto. A unos con granadas, a otros invadieron sus casas y los asesinaron con armas de fuego, y con armas blancas, ahí mismo. A otros los amarraron, les sacaron los ojos, decapitaron a los bebés y a los niños, y solo luego, después de obligarlos a verlo todo, mataron a sus padres. A las casas que no lograron entrar las quemaron con familias enteras adentro. Nada de esto ni de los párrafos anteriores, ni de los siguientes, es comparable con ningún otro. Esto merece ser denunciado y condenado en su justa medida.

En la trágicamente famosa fiesta de Reim, mataron a cientos de jóvenes que estaban ahí con el único objetivo de estar en la fiesta. A muchos de ellos los mataron a balazos, a otros con granadas mientras se escondían en pequeños refugios diseñados para protegerse de misiles, pero no de terroristas presentes.  A muchas mujeres de la fiesta, jóvenes como cualquiera de las hijas de cualquiera de nosotros que van a una fiesta, las violaron de manera masiva hasta quebrarles las caderas y luego las mataron. Algunas de ellas, incluso ya asesinadas, fueron exhibidas en público en Gaza para presumir sus hazañas. Eso también merece ser denunciado y condenado en su justa medida.

Secuestraron a doscientas cuarenta personas que hasta el día de hoy se desconoce su paradero, su estado de salud y las condiciones en las que están siendo tratadas. Ni siquiera se sabe si están vivas o muertas. Esas doscientos cuarenta personas están compuestas por israelíes y gente de muchas nacionalidades distintas. Además de mujeres y hombres, hay ancianos, jóvenes, niños y bebés. Todos ellos secuestrados por el Hamas, que ahora los tiene cautivos fuera de ningún marco legal, y con códigos morales que a esta altura son claros para el mundo entero. Eso es incomparable con nada y merece ser denunciado y condenado en su justa medida.

Entonces, cualquier palestino o no palestino, cualquier árabe o no árabe, que pretenda justificar alguna de estas cosas, argumentando las conductas violentas del otro lado, incluso las más graves, por más que en sí mismas sean ciertas, estaría cayendo en el pozo moral más oscuro de los últimos ochenta años. Muchos lo hacen. Con los que yo he hablado y con los que no.

Gente no judía de esta generación, gente inteligente, creativa, estudiosa, busca opinar de manera neutral. Es un error. Ser neutral ante la violencia es la forma más tóxica de abalarla. Ojalá dejaran de hacerlo.

Tú, que estás leyendo este texto, a ti que te lo compartieron, no seas neutral ante las políticas y prácticas violentas e injustas de Israel. Condénalas desde el derecho internacional y desde las ganas de erradicar la discriminación estructural donde sea que esté sucediendo; en Israel, en Estados Unidos, en México y en el mundo. Eso está mal y hay muchos enemigos de la paz del lado israelí que merecen nuestra denuncia y nuestro combate legal, que para eso se crearon las democracias.

Tú, si no sabes cómo manifestarte de manera justa, para empezar es indispensable que entonces no seas neutral ante la barbarie de organizaciones terroristas. Por favor, no seas neutral ante el 7 de octubre. No te pongas ahí porque te exhibes como carente de ciertos niveles básicos, intelectuales y emocionales, que son indispensables para que la humanidad aspire a tener futuro. Ni más ni menos.

Condena al Hamas, condénalo desde el más básico sentido moral, desde lo que entiendes por lo que es espeluznante. Desde lo que desearías observar de un combatiente libertario, a diferencia de lo que realizó esta gente desde un (me cuesta encontrar las palabras), desde un nivel difícil de concebir de desconexión con otro ser humano, por más enemigo que considere al pueblo que pertenece.

No compares una cosa con la otra, ni siquiera compares ningún atentado terrorista previo, con el del 7 de octubre. No digas “esto está mal, pero lo otro también”. No busques complejizar tu condena agregándole otra opuesta, porque entonces matizas lo que es injusto matizar. La justicia y la neutralidad no son sinónimos y en muchos casos son conceptos radicalmente opuestos. Forma tu juicio específico para cada una; para las graves, para las muy graves y para las sencillamente abominables. Para ser justo, juzga a cada una con su justa medida.

Porque para que esto cambie, para que de a poco vayamos entre todos curándonos de todo, para que sean liberados los doscientos cuarenta secuestrados de manos del Hamas, para que regresen con sus familias los cuarenta niños, niñas y bebés que están entre ellos, para que el pueblo palestino sea libre, para que el pueblo israelí viva en paz, para que el pueblo judío tenga en algún bendito momento una generación que no sea amenazada; no compares, no mezcles, no trates de ser neutral ante nada que sea inaceptable. Porque, además, como estas personas con las que he hablado, y como tantas otras con las que no, en el instante que lo intentas, y en especial cuando decides quedarte callado, dejas de serlo.

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