ÉXITO - Marcelo Schejtman
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ÉXITO

ÉXITO

Tener la posibilidad de definir la manera en la que medimos nuestro éxito, es de las cosas más emocionantes en esta dimensión, yo diría espiritual, del ser humano. Es excitante poder superar la preconcepción tradicional que nos dicta la mercadotecnia, la herencia de la revolución industrial y hasta ciertos complejos psicológicos, de que el único parámetro para medir el éxito es el tamaño de nuestra cuenta de banco.

De hecho, vale la pena estar conscientes, que antes de esta era, ni siquiera existía el concepto de “éxito”. Todo esto es un constructo social, como la medición de las horas del día o la manera adecuada de vestirnos en los funerales. Es un invento. Antes no existía, si tu padre era carpintero, pues serías carpintero y no cabían muchas preguntas más allá de si hay suficiente madera o si el serrucho necesita afilarse. No existía el éxito ni el fracaso, solo el hacer y el no hacer. Después el mundo se abrió, y como Adán y Eva, también nosotros descubrimos la libertad de poder dedicarnos a lo que queramos y perseguir la felicidad de la manera que decidamos. Y, si bien eso nos dio libertad, ahí se pudrió todo, justo como Adán y Eva. Porque como también empezó a suceder que a unos les iba mejor que a los demás vendiendo sus servicios, pues resultó que era más atractivo vender más, tanto por una cuestión de lógica financiera, pero también (y no menos importante) por una cuestión egoica. Si al final de cuentas, por decisión propia o por falta de opciones, de cualquier forma me iba a dedicar a la carpintería, pues mejor vender tres mesas que una, mejor diez que tres, o mejor aún diez mil. ¿Por la diferencia de utilidad económica? ¡Por supuesto! Pero, en especial (o al menos también), porque en la comparación francamente me siento mejor siendo el que vende diez mil que el que vende tres. Me siento mejor. A este orden de ideas, lo refuerza mucho que también me ven mejor, y me lo dicen mis amigos, la gente, mis propios padres. Y así construimos todo esto que viene en el mismo paquete y al mismo precio con su contraparte, me siento peor y me ven peor si soy el que vende tres mesas, o nueve mil novecientos noventa y nueve para el caso. Y entonces, magia, ha nacido el concepto de éxito, pero también de fracaso, inseparables como dos hermanos siameses con un solo corazón.

Pero atención, porque aunque pareciera que ya no tendríamos otra alternativa más que entender y aceptar que la persona exitosa es la que vende los diez mil y la fracasada la que vende los nueve mil novecientos noventa y nueve, si nos detenemos a observar que ambos, también tienen esposa, hijos, hobbies, una relación consigo mismo, un índice de felicidad, de libertad, deseos privados que no comparten con nadie y que van más allá de vender mesas, entonces podemos desglosar el éxito. Podemos entonces decir que el que vende diez mil mesas ha tenido éxito comercial y si el que vende tres tiene que cerrar su taller porque no le alcanza para pagar la renta, ha fracasado en su negocio. Podemos también decir que quien ha nacido para ser pianista pero quedó atrapado en una vida en la que no puede dedicarse a tocar el piano, porque por diferentes motivos terminó vendiendo mesas, podrá vender diez mil, pero no ha sido exitoso en concretar su vocación. Podemos decir, que quien tuvo que dedicarse a vender mesas y no pudo tocar el piano de manera profesional, pero encontró en su pareja la mujer con la que se siente amado y contenido, a pesar de no dedicarse a lo que le hubiera gustado y de no tener un éxito considerable en el trabajo, ha tenido éxito en su vida sentimental. O también que quien no ha tenido éxito al no poder dedicarse a lo que le habría gustado, y que le vaya mal en las finanzas, y nunca haber podido encontrar a la pareja ideal para él, pero sí encontró una manera de reírse de todos estos requisitos que nuestra era nos ha tratado de vender para considerarnos exitosos y al verse en el espejo ve alguien valioso, y juega el juego que la sociedad nos demanda jugar pero lo juega tranquilo, y duerme en paz consigo mismo, entonces quizás podremos darnos cuenta que el éxito y el fracaso tienen diferentes dimensiones y que cada uno es libre de determinar la prioridad que tiene cada una de estas en su vida. Para algunos, éxito será dormir bien, para otros tener con quién dormir, para otros tener una cama King size. Para otros les va a importar tres pepinos dormir o no dormir, siempre y cuando puedan dedicarse a lo que aman, para otros vender al menos una mesa más que el de al lado y para otros vender un chingo de mesas, independientemente de cuántas venda el vecino. Y así entonces, es que accedemos a un nivel aún más elevado de libertad, más allá de cualquier presión o condición social (acceden en realidad, yo sigo batallando con más de una) y cada uno puede definir el éxito, como dirían nuestros sabios, como se le dé su rechingada gana.

Es más, si nos vamos al estricto y literal sentido del término, ´exitus´ significa salida en latín. Salida. ¿De dónde habrán querido salir los primeros que lo buscaron? ¿De qué realidad tan indeseable? Pero, sobre todo, una pregunta más relevante sería ¿qué esperamos encontrar nosotros tras esa puerta? Porque, como en tantas historias antiguas se ha escrito, quizás si tuviéramos mayor claridad de lo que buscamos, más de uno se daría cuenta que eso que busca ya lo tiene. En cualquier caso, cuando hablamos de éxito, entonces, nos referimos a cruzar esa puerta que nos permita salir de un lugar percibido como jodido, para llegar a ese que nos brinde lo que anhelamos. Por eso, si entendemos algo tan básico como que cada uno tiene intereses, personalidad y prioridades diferentes, nos será más fácil entender que cada uno puede encontrar su salida en otra puerta. Para quien sea acumular riqueza le parecerá poca cosa el éxito de quien busca alfabetizar adultos, y quizás ninguno de los dos entiendan cómo el otro se siente tan bien siendo tan fracasado.

A continuación, comparto unas cuantas definiciones de éxito de algunas de las figuras más exitosas (y en la mayoría de los casos más ganadoras) del mundo del deporte.

Valorie Kondos (galardonada como una de las mejores entrenadoras de gimnasia del siglo por el comité olímpico de Estados Unidos), lo define de la siguiente manera: “El éxito real es desarrollar campeones en la vida y para nuestro mundo, ya sea que ganen o que pierdan.”

Clive Woodward fue entrenador de la selección inglesa de Rugby de 1997 a 2004 consiguiendo el Campeonato Mundial de Australia en el 2003, y es miembro del salón de la fama. Él piensa esto del éxito: “Cómo los miembros de un equipo trabajan unidos cuando se encuentran bajo presión, la comprensión que tienen de la importancia de la lealtad y del trabajo en equipo, y también a si están dispuestos a hacer cien cosas un uno por ciento mejor.”

Sean Fitzpatrick, fue el capitán de los All Blacks de 1992 a 1997, campeón del mundo en 1987, y es considerado el mejor jugador en su posición de la historia. Para él: “El éxito es una modesta mejora llevada a cabo de forma continuada.”

Marcelo Bielsa, campeón olímpico con la selección argentina de fútbol, y entrenador del Leads United equipo al que acaba de regresar a la Premier League después de casi veinte años, dice lo siguiente: “El éxito es una excepción, no es un continuo. Los seres humanos de vez en cuando triunfan, pero habitualmente desarrollan, combaten, se esfuerzan y ganan de vez en cuando, muy de vez en cuando… La producción se mide en función de las posibilidades, no exclusivamente en función de los logros, tiene que haber una relación entre lo que una persona posee antes de empezar y a donde llega. Pero nosotros estamos acostumbrados solo a valorar a aquel que llega más arriba.”

Quizás la definición que a mí más inspiradora me parece es la siguiente, del legendario entrenador de Basquet de la UCLA, John Wooden. Para él, éxito se define como la paz a la que llegas como consecuencia de haber hecho todo lo que estaba en tus manos para ser la mejor versión de ti mismo.

Y otra vez, si después uno quiere agregarle algo como “y ganar el campeonato” o “pero sin ganar menos de x pesos al mes”, o “y que la gente se entere que lo estoy consiguiendo” o lo que sea, estamos en todo nuestro derecho. Porque, como vimos, aquí la definición que cuenta sin duda es la de uno. Todo lo demás en el mejor de los casos nos puede llegar a servir de referencia.

Y entonces, sea cual sea tu propia definición de éxito, asegúrate de que sea tuya, o al menos que te siente bien, o al menos que te sirva para acercarte a un lugar mejor del que estás. Porque, muchos no por poco inteligentes, en algún punto de su desarrollo perciben de manera distorsionada y para siempre, tanto la imagen de si mismos como la de los demás, y ese terrible error implica muchas veces confundir éxito por aprobación. Entonces, habiendo millones de puertas, tantos caminos como personas hay en el mundo y tantos parámetros tan irrepetibles como tú o como yo para medir el éxito, se deciden medir a través de uno solo, solo porque es el que más gente usa o porque algún otro les contó que es el mejor, o el que más vale, y para acabarla de chingar, eso los lleva a buscar un éxito que en realidad los convierte en personas más miserables cuando lo alcanzan, y esa sí que es la descripción más irrefutable de fracaso.

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