Humildad - Marcelo Schejtman
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Humildad

Humildad

Cristiano Ronaldo es el jugador más Humilde del mundo. Humilde (con hache mayúscula). De esa humildad que te enseña que a pesar de que estés en un buen momento todavía hay mucho espacio para crecer. De esa humildad que te hace llegar primero al entrenamiento, irte último, enojarte cuando no te salen bien las cosas, meterte al gimnasio, pedir retroalimentación, exigirte, volverte a enojar, medirte contra los mejores, no invertir dinero en celulares sino en tu desarrollo. Todo porque crees en tu propia profecía de que vas a lograr romper ese techo, aunque hoy parezca indestructible. Y a veces creértela de verdad, te lleva a la acción determinada y entonces la terminas por cumplir. Es una pena que muchas veces nos traten de enseñar que la humildad es el sublime valor de sentirse menos que los demás. No lo es. Sin embargo, muchos padres lo entienden así y entonces crean chicos temerosos, faltos de confianza en si mismos, sumisos y que aceptan la derrota con la naturalidad de una noche fría en invierno.

Alfredo Tena es probablemente la persona que más ha influido en mí como Coach deportivo. Además, me hizo el honor de escribir la contraportada del libro “Mi mejor maestro”, y de acompañarme en una de las presentaciones. En la historia del libro juego con esta diferencia entre humildad (con hache minúscula) y Humildad (con hache mayúscula), pero él fue un paso más allá. Para Alfredo hay cuatro niveles de humildad:

  • La sumisión. Es el nivel más bajo. Aquí el jugador cree que todo el mundo se merece más que él el puesto en el equipo, la victoria, estar con la chica que le gusta, la vida que sueña. Se cuenta una historia en la que él es solo un extra en las grandes hazañas de los demás.
  • La humildad (con minúscula). En este nivel la cosa se vuelve todavía más tóxica, porque el chico o la chica sigue en el cuento de que no es suficiente (suficientemente bueno, suficientemente capaz, suficientemente fuerte), pero aquí eso es lo de menos, el problema de verdad es que le parece que es un cuento admirable.
  • La Humildad (con mayúscula). Esto es de lo que hablan los que saben de lo que hablan. Aquí el cuento que el jugador se cuenta es de que todavía tiene cosas que aprender, cosas que mejorar. Que no ha llegado al tope de su capacidad. Lo curioso (yo diría incluso lo mágico) en este nivel es que cuanto más mejora, más claro ve su potencial y entonces más Humilde (con mayúscula) se vuelve.
  • La soberbia. Este es el más doloroso, porque según él ya lo sabe todo. Y los golpes que la vida les da a los que están aquí son tan duros, que muchas veces terminan por derrotarse solos, y pasan del cuento de saberlo todo al de ser víctimas de la incompetencia de los demás. O sea, un desastre.

Mi opinión acerca de Cristiano se la aprendí a Alfredo en esa presentación y curiosamente también a Jorge Valdano, a quien desafortunadamente todavía no conozco en persona, pero que admiro como futbolista (campeón mundial ni más ni menos que con la albiceleste) y como escritor. En su más reciente libro: “FUTBOL: EL JUEGO INFINITO”, nos habla justo de esto. Abro comillas:

“Tenemos dos posibilidades: analizar a Cristiano desde lo aparente o hacerlo desde lo sustancial. Lo aparente es el peinado, la exhibición del músculo, alguna declaración poco protocolaria, el Ferrari, las novias y todas las exhibiciones que nos llevan a percibirlo como un hombre de éxito químicamente puro. Lo sustancial es que duerme como un niño, que come como un bailarín y que entrena como un campeón. Quienes se quedan con lo aparente encontrarán motivos para odiarle, quienes miran lo sustancial, no pueden más que admirarlo. Porque aquí llegamos a un punto crítico del análisis: cristiano no nació crack, se hizo crack. Es fruto del sacrificio, porque de lo contrario no hubiera abandonado a su familia a los trece años ni su país a los diecisiete en pos de un sueño. Es fruto del esfuerzo y para constatarlo basta con mirar el cuerpo que ha creado aquel adolescente esmirriado. Es hijo de la ambición bien entendida, enfocada hacia la excelencia, la mejora continua, la persecución del gran reto. Sólo se equivoca cuando se desestabiliza ante el gol que no llega, como si su proyecto fuera más personal que colectivo. No se alcanza ese nivel sin partir de una ventaja natural, pero Cristiano es la demostración de que el talento es únicamente un buen punto de partida. El extraordinario recorrido hecho entre sus condiciones de cuna y la versión desatada que hemos visto durante tantos años se llama mérito. Y aún no ha acabado. Porque cada día que pasa, Ronaldo es mejor. Cuando le renuevan el contrato y cuando no se lo renuevan; cuando gana el balón de oro y cuando lo pierde; cuando lo elogian y cuando lo atacan; cuando el equipo gana y cuando pierde. Pase lo que pase, su respuesta es la profesionalidad y su refugio, la superación.”

Cierro comillas, mi mamá diría: “¿Más claro, querido? Echále agua.”

Hay millones de chicos talentosos, pero muchos menos que lo combinen con este nivel de Humildad, por eso hay tan pocos Ronaldos. Es curioso cuánto nos asusta reconocer que todavía podemos hacerlo mejor. Llegar más lejos, más alto. No sé si es porque reconocerlo nos pone en una posición de absoluta responsabilidad para con nuestro futuro y entonces nos arruina cualquier excusa que se nos pueda ocurrir para no meterle, o porque exhibe una supuesta falta grave en lo que hemos hecho hasta ahora y entonces nos podríamos sentir unos tontos porque hay otros que ya nos sacan ventaja. Lo que es seguro es que solo quien tenga los huevos para ver esa distancia que lo separa del nivel al que todavía podría llegar, tendrá siempre una oportunidad más. Y quien crea que ya llegó, estando en altísimas cumbres o sobre un ladrillo, se habrá condenado a no avanzar ni un paso más.

Pero suficiente de Valdano, Tena, Cristiano y de mi mamá. La pregunta más importante, como siempre, es en cuál nivel estás tú. Porque si crees que eres un don nadie o si crees que eres Juan Camaney, y entonces llegaste a la conclusión de que no vas a crecer más de lo que has crecido, por más pendeja que sea tu profecía, lo más probable es que termines por cumplirla.

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