11 May Miedo al Éxito
Publicado a las 15:46h
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por Marcelo Schejtman
Nunca me había quedado del todo claro a qué se referían cuando hablaban del miedo al éxito. ¿Cómo no querer hacerlo mejor, conseguir más cosas, sufrir menos? Y si bien me era difícil entender el fenómeno, el fenómeno lo veía y lo veo mucho. Pero anoche, sin ninguna imagen reveladora de por medio, creo que entendí por dónde viene la mano.
Para acceder a nuestro verdadero potencial, darnos cuenta de nuestra grandeza y luego usarla, no basta con quererlo, tampoco con decir que lo queremos. No basta ni siquiera con soñarlo, por honesto, ferviente y ambicioso que sea nuestro sueño. Es más, no es que eso no alcance, sino que buscar la máxima expresión de nosotros mismos en esa dirección es simplemente un error topográfico. Uno de esos errores tan básicos, tan evidentes que escapan al escrutinio severísimo de nuestras ganas y esconde el camino justo detrás de nosotros, para luego descubrirlo, irrefutable como una hilera de antorchas en el claro de un bosque, y en la única dirección que no habíamos mirado, es decir, justo hacia el otro lado. Así de paradójico, así de contraintuitivo, así de absurdo y así de genial. Si realmente estás listo para todo tu potencial, no para ser un mejor futbolista, o un inversionista con mayor revenue, o una mujer más liberada, sino para ser esa persona que ya sea que solo has soñado de a breves momentos o que la lleves soñando ya por muchos años: el verdadero camino está en dirección de tus imperfecciones. El camino a ser quien de verdad eres capaz de ser está en tus miedos, en tus fallas, en tus adversidades, en tus defectos. Y no hablo de enfrentarlos y vencerlos.
¿Realmente (REALMENTE) quieres alcanzar tu verdadero potencial? Date permiso de equivocarte. ¿Quieres llegar a ser la mejor versión de ti mismo? Mira ese miedo que te ha detenido más de una vez. Tú sabes bien cuál es ese miedo. Nadie mejor que tú lo sabe. Deja que camine contigo, cuéntale un chiste, quien te dice y tenga mejor sentido del humor de lo que crees. Nelson Mandela tuvo que pasar 28 años en prisión para lograr cambiar la historia de su pueblo, si no hubiera tenido que pasar por eso, no habría llegado a ser quien finalmente fue. Steve Jobs se inspiró de todas las ideas que terminaron revolucionando al mundo tras vivir en la universidad sin tener donde llegar a dormir por dieciocho meses. Lionel Messi, decidió a sus trece años dejar su natal Rosario por un club del otro lado del mundo que estaba dispuesto a pagar su tratamiento por una deficiencia hormonal que le impedía crecer, para luego convertirse en el mejor futbolista de lo que va del siglo XXI. De no haber sido por su deficiencia hormonal la historia habría sido distinta.A ver si consigo ser más preciso con esto, llegar a ser todo lo que puedes ser no se consigue por medio del sufrimiento sino, una vez más, justo para el otro lado. Por la falibilidad aceptada, por el miedo incluido, por la imperfección bienvenida. No por la lucha incansable del prócer de libro de texto de primaria, sino por la desesperanza después de perder una batalla. Sí, por la desesperanza si la acoges de la manera más humana, sin castigarte por sentirla. Incluso por la frustración de sentirla cuando no quieres sentirla, si es que entiendes que esa frustración es tuya y te hace tanto más imperfecto como más humano. El camino está incluso hacia allá si no aceptas esa parte de ti, siempre y cuando te des cuenta que no la aceptas, y reconoces que no aceptarla es una más de tus imperfecciones.
Por ahí está el camino a la grandeza, a la verdadera grandeza, porque por ahí está la parte menos censurada de ti, la más pura, la menos influenciada por la voz que te dice cómo deberías ser, la más auténticamente vulnerable, la que podría estar lista a cambiar. Cuando la consigas (cuando la consigamos) podrás subirte al caballo, no al del prócer sino al tuyo, y luego tirar el penal, no el de tu ídolo sino el tuyo, y luego invitarla a salir, no a la que les gusta a todos sino a la que te gusta a ti. Y hacerlo mal y volver a hacerlo mal y volver a hacerlo mal porque si te sigues atreviendo llegará un momento, si realmente lo quieres, que lo harás un poco menos mal, y te sentirás un poco menos mal, y te dará un poco de risa y por ese camino sin atajos empezarás a ver a alguien diferente en el espejo, a alguien más vivo, más humano, más gloriosamente imperfecto, a alguien que se empieza a parecer más a ti.
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